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Prevención

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La prevención primaria consiste en reducir o evitar la exposición a factores relacionados claramente con la aparición de cáncer. Como veremos a continuación, también incluye actividades de promoción de la salud, y no sólo evitar exposición a factores cancerígenos.
 

Tabaco

El tabaco es el responsable del 30% de la mortalidad producida por cáncer, siendo su factor exógeno de riesgo más importante y la primera causa aislada de morbi-mortalidad evitable. En mayor o menor medida, se han relacionado con el tabaco los cánceres de pulmón, cavidad oral, laringe, faringe, esófago, estómago, hígado, páncreas, riñón, uréter, colon, recto, vejiga, cuello uterino, leucemias, hepatoblastoma y leucemia infantil.

El humo del tabaco lanzado al ambiente por los fumadores es dañino para las personas que lo inhalan (“fumadores pasivos”). Causa un pequeño incremento en el riesgo de cáncer de pulmón (se estima en 1%) y de enfermedades cardio-respiratorias, siendo particularmente perjudicial en niños pequeños que presentan un riesgo incrementado de afecciones respiratorias, cardiacas, otorrinolaringológicas, asma grave y muerte prematura y súbita del lactante.

Las políticas anti-tabaco deben plantearse a largo plazo, evitando el acceso al hábito, potenciando el abandono y dificultando la recaída. En la última década, se han establecido medidas de carácter normativo y legislativo, centradas en acuerdos sobre política fiscal con incremento de impuestos de tabaco, limitación de la publicidad -tanto directa como indirecta-, extensión de la prohibición de fumar en áreas públicas libres de humo, mejora de la información al consumidor (sobre los efectos, composición del tabaco) y actividades educativas y lúdicas alternativas con promoción de hábitos saludables (deporte…). Por otra parte, el consejo médico decidido y perseverante para dejar de fumar ha demostrado ser una de las medidas más útiles y eficientes para ganar años y calidad de vida en el conjunto de la población. La información continuada a la población constituye un valioso recurso para facilitar a los ciudadanos la adopción de decisiones saludables. 

Alcohol

El consumo de alcohol juega un papel causal en el desarrollo de los carcinomas escamosos de la cavidad oral, faringe, laringe y esófago (estos tumores presentan la mayor evidencia disponible) y en los cánceres de hígado, colon, recto y mama femenina. También hay evidencia de una probable relación con los cánceres de estómago y páncreas. El alcohol se considera implicado en el 3% de las muertes por cáncer en los países desarrollados. Además, el consumo simultáneo de alcohol y tabaco, por su efecto sinérgico, aumenta notablemente el riesgo de cáncer de vías respiratorias y del tracto digestivo superior (hasta 35 veces). Las personas que fuman y beben aumentan entre 10 y 100 veces el riesgo de cáncer si las comparamos con las que no lo hacen.

Para algunos cánceres, el efecto preventivo de una actividad física regular podría producirse independientemente de control del peso. Este es el caso del cáncer colorrectal, el cáncer de mama y el de endometrio, sea cual sea su peso corporal.
El efecto protector de la dieta podría mejorar con el aumento de los niveles de la actividad, aunque la recomendación es la de realizar ejercicio moderado, sobre todo en individuos con enfermedad cardiovascular.

Actividad física - Peso - Dieta

El sobrepeso y la obesidad son responsables del 20% del total de casos de cáncer a nivel mundial. La OMS en su Informe Mundial sobre el Cáncer 2014 concluye que el incremento de grasa corporal aumenta el riesgo de cáncer de esófago, colón, páncreas, endometrio y riñón, así como de cáncer de mama en las mujeres postmenopáusicas. Así mismo, en 2016, un estudio realizado por el grupo de trabajo de la IARC, concluye, con la evidencia disponible proveniente de estudios observacionales, que la ausencia de exceso de grasa corporal posee un efecto preventivo en la aparición de las siguientes enfermedades neoplásicas: adenocarcinoma de esófago, cáncer gástrico localizado en el cardias, cáncer colorectal, cáncer hepatocelular, cáncer de endometrio, ovario, vejiga, páncreas, células renales, tiroides y de igual forma cáncer de mama en mujeres postmenopáusicas, mieloma múltiple y meningioma.
 
El concepto de estilo de vida saludable, de forma resumida, englobaría los siguientes aspectos: un peso corporal normal (IMC: 18,5-24,9 Kg/m2), evitar los alimentos que promueven el aumento de peso (bebidas azucaradas y comida rápida), realizar alguna actividad física durante, al menos, 30 minutos al día, lactancia para las mujeres (si es posible), comer principalmente alimentos de origen vegetal, limitar el consumo de carnes rojas, evitar las carnes procesadas, y limitar el consumo de bebidas alcohólicas.
 
El papel de la dieta en la contribución al desarrollo de cáncer es bien conocida, existen algunos alimentos o nutrientes claramente relacionados con algunos tipos de cáncer; sin embargo, la dificultad que suponen los estudios epidemiológicos de este tipo, resulta muy difícil atribuir el riesgo a un determinado alimento o componente de la dieta. En líneas generales, un consumo abundante de cereales, legumbres, frutas y verduras es beneficioso para reducir el riesgo de cáncer, particularmente de tumores digestivos (esófago, estómago, colon, recto). Por otra parte la conservación de alimentos en salazón o ahumados incrementa el riesgo de cáncer gástrico, junto con la infección por H, pylori; y la contaminación de algunos alimentos con aflatoxinas (frutos secos), incrementa el riesgo de cáncer de hígado.
 
Diversos factores determinantes del peso corporal (como la actividad física, la ingesta energética total, el consumo de tabaco y alcohol) influyen por separado en el riesgo de padecer cáncer, por lo que es difícil determinar el efecto preciso de la obesidad, la actividad física y la dieta, sin relación con otros hábitos y por separado.
 

Exposición solar

La radiación ultravioleta (RUV) es el agente carcinógeno más importante en los diferentes tipos de cáncer de piel. La podemos recibir a través de fuentes naturales (exposición al sol) o a través de exposiciones a fuentes artificiales (cabinas de rayos UVA). La incidencia del melanoma se ha duplicado en Europa entre los años 60 y los años 90 y esto se atribuye al importante incremento de la exposición intensa al sol. La incidencia de cánceres epiteliales no melanoma (carcinoma basocelular y espinocelular) también ha aumentado en todos los países europeos. Aunque mucho menos peligrosos para la vida que el melanoma, estos tumores representan el 95% de todos los cánceres de piel. Los individuos con más riesgo son los de piel muy clara, particularmente los pelirrojos (pero no exclusivamente), individuos con pecas y con una tendencia de quemarse con el sol.
 
Actualmente la prevención primaria del cáncer de piel mediante la fotoprotección o la reducción de las exposiciones solares es la mejor arma para el control del problema. Es aconsejable evitar la exposición solar alrededor de mediodía, emplear ropa-sombrero-gafas para reducir la exposición corporal a la luz solar, y utilizar áreas de sombra con el mismo objetivo. Debe moderarse la exposición al sol, para reducir su exposición a lo largo del curso de la vida y evitar exposiciones extremas y bronceado intenso.

La exposición excesiva al sol es más nociva durante la infancia y la adolescencia que durante la edad adulta. Algunos estudios han revelado que las quemaduras del sol que se producen antes de los quince años constituyen un factor de riesgo para el melanoma. Los solarios y lámparas ultravioleta tienen el mismo efecto dañino en la piel como la luz solar natural y se debe evitar en todo momento.
 

Exposición ocupacional

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que los factores ambientales (incluyendo tanto los riesgos ocupacionales como ambientales) generan en promedio un 19% del cáncer a nivel global. Entre los muchos factores de riesgo ambientales y ocupacionales para el cáncer que se conocen o se sospechan, los hay naturales, como el arsénico, el radón, o la radiación solar, y una mayoría de artificiales, producto de las actividades humanas, como las dioxinas, las radiaciones electromagnéticas o la contaminación atmosférica urbana.
 
En general, las medidas preventivas van a depender más de acciones legislativas y normativas que de cambios en la conducta individual de las personas; generalmente, se requiere la coordinación entre diferentes instancias y administraciones. En nuestro ámbito existen criterios relativos a la clasificación, envasado y etiquetado de sustancias y preparados químicos peligrosos (Reales Decretos 363/95 y 255/03), y a la protección de los trabajadores contra los riesgos relacionados con la exposición a agentes cancerígenos en el ámbito laboral (RD 665/97).
 

Radón

El radón es un gas radiactivo natural que se produce en la corteza terrestre. No puede ser detectado por los seres humanos, porque no tiene color ni olor, pero puede medirse debido a su radiactividad. Está presente sobre todo en las zonas con más uranio natural en el suelo y en las rocas. La exposición a radón aumenta el riesgo de cáncer de pulmón. Este riesgo es proporcional a la concentración de radón en el aire y la duración de la exposición. Además, es más probable que este riesgo aumente en personas fumadoras y exfumadoras. Existen mapas que se pueden utilizar para conocer si la zona de nuestra casa tiene mayor o menor riesgo de tener niveles altos de radón. Sin embargo, sólo una pequeña parte de los cánceres podrían estar producidos por radiación. 

Para las mujeres 

Lactancia materna
Las mujeres que amamantan a sus bebés durante un periodo prolongado de tiempo tienen menor riesgo de cáncer de mama, comparado con las mujeres que no lactan. Cuanto más tiempo de lactancia, mayor protección contra el cáncer de mama. La reducción de riesgo es aproximadamente 4% por cada 12 meses acumulados de lactancia materna. Esto se suma a la reducción de riesgo conocida por tener un bebé. Por otra parte, la lactancia materna prolongada ayuda a la mujer a reducir la ganancia de peso a largo plazo, además promueve el retorno al peso anterior al embarazo.

Terapia hormonal sustitutiva
El uso de este tratamiento, aumenta el riesgo de algunos tipos de cáncer como son el cáncer de mama, el cáncer de endometrio y el cáncer de ovario. El patrón de riesgo de cáncer depende del tipo de terapia, es decir, de la composición hormonal de la misma (estrógenos sólo o en combinación con progestágenos). Los estudios han demostrado que el aumento de riesgo de cáncer de mama asociado a tratamiento hormonal de estrógenos y progesterona se produce después de unos años de tratamiento y se mantiene elevado durante al menos cinco años después de la discontinuación de la terapia, aunque el riesgo comienza a disminuir poco después de la retirada del mismo. Es por ello que este tratamiento se debe de tomar el mínimo tiempo posible y a la menor dosis, siempre bajo recomendación médica.
 

Vacunación

Hepatitis B
La infección causada por el virus de la hepatitis B es un problema de salud pública mundial, aproximadamente el 5% de la población está infectada crónicamente, causando la muerte de 600.000 personas cada año. Este virus causa daños en el hígado, y cuanto más tiempo dura la infección (hepatitis B crónica), más altas son las probabilidades de desarrollar cáncer de hígado.
 
Debe vacunarse a los niños recién nacidos dentro de las primeras 24 horas de nacer, según recomienda la OMS. Con el esquema de tres dosis se induce protección frente a la infección en más del 95% de lactantes, niños y adolescentes sanos y en más del 90% de los adultos sanos menores de 40 años.
 
Virus del papiloma humano (VPH)
La infección por VPH es la infección más frecuente de transmisión sexual. Aunque en la mayor parte de los casos es curada por el sistema inmunitario, en un pequeño porcentaje puede contribuir a desarrollar tumores, fundamentalmente el cáncer de cérvix, también de vulva y vagina en mujeres, el cáncer de canal anal y de garganta en hombres y mujeres, y cáncer de pene en los hombres.
 
La vacunación frente al HPV puede prevenir la infección por los subtipos de virus que causan aproximadamente el 70% de los cánceres de cuello uterino. Sin embargo, esta vacunación sólo es efectiva para las personas que aún no han sido infectadas por tal. Por esta razón se recomienda vacunar a las niñas antes de que sean sexualmente activas. La OMS recomienda la vacunación para las niñas de entre 9 y 13 años, edad en la que, generalmente, no han iniciado la actividad sexual. Por otro lado, a pesar de la vacunación, es importante que las mujeres participen en los programas de cribado de cáncer de cérvix. 
 

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